Remisas a desprenderse, las hojas buscan, quizá, algo que las sujete para no seguir el ciclo irremediable que las entrega a la muerte que genera nueva vida.
En la aventura de una ciudad, donde ese, su ciclo, es percibido por muchos de sus habitantes como estorbo, la caída de las hojas de aquellos árboles que la embellecen y la alimentan se puede quedar a la deriva en un sustrato que no la permitirá enriquecer con la descomposición el humus de la tierra. Recibe los últimos rayos de sol y la miro dolida, consciente de la inutilidad a la que la abocamos, mas quedo prendada de su belleza. Dulce encogimiento que ya no duele.
Una serie hermosísima y cargada de sentimiento, es maravillosa.
ResponderEliminarUn saludo.