haideé iglesias
Para verlo más claro, ahondemos en este análisis La noción de identidad personal comprende tres aspectos: el "yo psicológico", la "persona" y el "yo sustancial". Estos tres aspectos no son fundamentalmente distintos, pero reflejan diferentes maneras de vincularse a la percepción que tenemos de una identidad personal.
El "yo psicológico" vive en el presente, , es el que piensa "[yo] tengo hambre" o "[yo] existo". Es el lugar de la conciencia de los pensamientos, del juicio y de la voluntad. Es la experiencia de nuestro estado actual.
La noción de "persona" es más amplia, es un continuo dinámico, extendido en el tiempo, que integra diversos aspectos de nuestra existencia en los planos corporal, mental y social. Sus fronteras son más difusas: la persona puede referirse al cuerpo ("ir a un sito en persona"), al carácter ("una persona decidida"), a las relaciones sociales ("separar la vida personal de la vida profesional"). Su continuidad en el tiempo nos permite unir las representaciones de nosotros mismos que pertenecen al pasado y las proyecciones concernientes al futuro. La noción de persona es válida y sana si la consideramos un simple concepto que designa el conjunto de las relaciones entre la conciencia, el cuerpo y el entorno. Es inapropiada y malsana si la consideramos una entidad autónoma.
Queda el "yo sustancial". Acabamos de ver que consideramos que es el núcleo mismo de nuestro ser. Lo concebimos como un todo indivisible y permanente que nos caracteriza desde la infancia hasta la muerte. El yo no es sólo la suma de "mis" miembros, "mis" órganos, "mi" nombre, "mi" conciencia, sino su propietario exclusivo. Hablamos de "mi" brazo y no de una "extensión alargada del yo". Si nos cortan un brazo, el yo simplemente pierde un brazo, pero permanece intacto. Un hombre-tronco se siente disminuido en su integridad física, pero piensa claramente que conserva su yo. Si cortamos el cuerpo a rodajas, ¿En que momento empieza a desaparecer el yo? Percibimos un yo sustancial mientras conservamos la facilidad de pensar. Volvemos, pues, a la famosa frase de Descartes, que resume la noción del yo en el pensamiento occidental. "[¥o] pienso, luego [yo] existo". Pero el hecho de pensar no demuestra estrictamente nada en lo relativo a la existencia del yo sustancial, porque ese "yo" no es otra cosa que el contenido actual de nuestro flujo mental, que cambia de un instante a otro. Como explica el filósofo budista Han de Wit, la frase "[yo] pienso, luego [yo] existo" no demuestra la existencia de un yo como pensador: "Partimos de la idea de que la experiencia implica un "yo" que experimenta […]. Pero la idea "yo experimento algo" no demuestra que existe una persona que experimenta". En efecto nos basta con percibir algo, o tener la idea de algo, para que ese algo exista. Percibimos perfectamente un espejismo y una ilusión, ambos desprovistos de realidad. Han de Wit concluye: "El ego es el resultado de una actividad mental que crea y "mantiene viva" una entidad imaginaria en nuestra mente".
La idea de que el yo podría ser sólo un concepto va en contra de la intuición de la mayoría de los pensadores occidentales. Descartes es categórico: "Cuando considero mi mente, es decir, a mi mismo en tanto en cuanto sólo soy una cosa que piensa, no puedo distinguir partes, sino que me concibo como una cosa única y entera". El neurólogo Charles Scott Sherrington, va más lejos: "El "yo" es una unidad... Se considera como tal y los demás lo tratan así. Nos dirigimos a él como a "una" entidad, mediante un nombre al que responder". Indiscutiblemente, tenemos la percepción intuitiva de un yo unitario, pero, cuando intentamos precisarlo, nos resulta muy difícil acertar.
Matthieu Ricard
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La paz es el camino y la humildad sus pies -.-