Creada originalmente por Haideé Iglesias
Nuestro cuerpo dura mucho menos que las cosas que construimos (aunque, en contraposición, ya se afanan bien, aquellos que quieren que consumamos, a construir –precariamente– para que caduque todo con más rapidez. Compra, compra, compra...¡Ay!)
Quizá ponemos la disculpa de que son para las generaciones venideras... ¿Y la tierra? ¿También pensamos en que todo lo que construimos, desde la perspectiva materialista, se saca de este planeta, el cual nos ayuda a poder mantener vivo el cuerpo que habitamos como conciencia?
¿O seguimos muy ocupados afanando cosas materiales para no darnos cuenta de que moriremos?
Y ahora alguien dirá que soy negativa por expresarme en estos términos... Y yo digo que cada uno se mueve desde el nivel que ha experimentado, nada más. Puedes pensar todo lo que quieras, que como no experimentes no sabes.
Eso si, te pueden suceder cosas que te empujan literalmente a otro nivel, quieras tú o no quieras. Y ¿es esto determinismo? Porque entonces ¿dónde está el libre albedrío? Si dejáramos de conceptualizar todo, es posible que alcanzáramos a comprender la impermanencia... Entonces (te) construirás por dentro, no tan sólo por-hacia fuera...
No pregunto si entiendes lo que digo, no. Te pregunto si sientes lo que digo. ¿Lo sientes? Y la imagen que muestro, ¿la sientes? ¿Qué sientes al verla?
Al ver esta imágen, Haideé, se nos viene encima el pensamiento de lo efímeros que somos en comparación con todo lo que construimos.
ResponderEliminarNuestro paso por aquí, permanece más bien poco una vez que nos hemos ido... quizá en el recuerdo de otros, pero incluso ahí, somos pasajeros!
Muy buena foto.
Saludos.
Bonita composición, muy poética, contrasta la brillantez de la pintura con lo viejo y caduco de la ventana.
ResponderEliminarsiento que el tiempo pasa y no me da tiempo... eso siento.
ResponderEliminarUn azul intenso, el de la foto.
hacía mucho que no venía por aquí... me alegra ver que sigues en activo.
un saludo
Inmóvil frente a esta ventana sin cristales, ciertamente desportillada; no pienso en las dolorosas cicatrices de su azulada piel, sino que escucho a través de su desvencijada persiana de rostro plañidero una maravillosa composición de jazz. Caricias de piano mezcladas en brisa de mar me transportan al compás del clarinete y el saxo hasta el país de los espejos. Me relaja pensar que pese a las huellas que el viento y la lluvia han dejado en su armadura, se ha mantenido digna al paso de los días, de los meses y de los años; para posar al fin frente al preciso objetivo de tu cámara y la sensibilidad de tus ojos.
ResponderEliminar¡Quizás! si supiéramos percibir su voz, podríamos ser cómplices de la historia atesorada entre sus cuatro paredes, de un primer beso de amor, de los nervios dentro de un armario jugando al escondite, de tardes de pan y chocolate, de luces y de sombras, risas y llantos cosidos en el alma, recortes de una vida….
Supongo que feliz…