El cuarto mantra es más difícil de practicar. Tiene que ver con una situación en la que estás sufriendo y piensas que tu sufrimiento lo ha provocado la persona que mas quieres en el mundo. Si hubiera sido otra persona la que lo hubiera dicho o hecho, seguro que no te habría hecho sufrir tanto, pero como ha sido ella, te hace sufrir mucho más. Estás más dolido porque la persona que más quieres en el mundo te ha hecho sufrir. Te dan ganas de ir a tu habitación, cerrar la puerta y echarte a llorar. Te niegas a pedir a tu pareja que te ayude. El orgullo se ha convertido ahora en un obstáculo.
Según las enseñanzas del Buda, en el verdadero amor no hay lugar para el orgullo. Si estás sufriendo, cada vez que sufras has de pedir a la persona que te ha hecho sufrir que te ayude. El verdadero amor consiste en eso. No dejes que el orgullo te aparte de él. Si crees que amas de veras a tu pareja, has de vencer el orgullo, pedirle siempre que te ayude. Por eso he inventado el mantra para ti. Practica el ser consciente de la respiración para poder unir el cuerpo y la mente, y luego di este mantra a tu pareja: "Cariño, estoy sufriendo, ayúdame, por favor". Es un mantra muy sencillo, pero funciona.
Me gustaría contarte una historia de mi país. Un joven fue a la guerra, dejándola sola a su mujer encinta. Dos años más tarde, al volver a casa, su mujer fue a recibirle con su hijo. Al reunirse lloraron de alegría. En Vietnam tenemos la tradición de que cuando ocurre esta clase de acontecimientos, se ha de anunciar a los antepasados. Así que el joven padre le pidió a su mujer que fuera al mercado a comprar las cosas que necesitaba para ofrecerlas en el altar dedicado a los antepasados. Cada mañana ofrecemos en él una varita de incienso a nuestros antepasados para conectarnos con ellos. Encender una barrita de incienso, adornar el altar con fotografías de nuestros antepasados y sacarle el polvo son unos gestos muy importantes. Son los momentos en los que estamos en contacto con los antepasados. En el mundo vive gente que se siente totalmente desarraigada porque no hace esta práctica de conectar con los antepasados.
La joven madre fue el mercado. Durante el tiempo que estuvo fuera el padre intentó a su hijo de que lo llamara papá. Pero el niño se negaba: "Señor, usted no es mi papa. Mi papá es otra persona. Viene a vernos cada noche y mi mamá habla con él y a menudo los dos lloran juntos. Y cuando mi mamá se sienta, él también se sienta. Y cuando mi mamá se acuesta, él también se acuesta". Después de escuchar estas palabras la felicidad del joven padre se esfumó por completo. Su corazón se convirtió en un bloque de hielo. Se sentía herido y profundamente humillado, por eso cuando su mujer volvió a casa, ni siquiera la miró no le dirigió la palabra. La ignoró por completo. La mujer empezó a sufrir en silencio, sintiéndose humillada y dolida. Al hacer la ofrenda en el altar, el joven padre encendió una varita de incienso, recitó las oraciones a los antepasados y realizó las cuatro prosternaciones habituales. Después, en lugar de dejar la estera para que su esposa hiciera a su vez las postraciones, la retiró porque consideraba que ella no reunía las condiciones necesarias para presentarse ante los antepasados, y su esposa se sintió profundamente humillada con ello.
El terminar la ceremonia, él no quiso quedarse en casa para comer, se fue al pueblo y se pasó el día entero en el bar. Intentó olvidar su sufrimiento bebiendo y no volvió a su hogar hasta altas horas de la noche. Al día siguiente hizo lo mismo y continuó haciéndolo durante varios días. Pero lo joven esposa ya no pudo soportar más, sufría tanto que al final acabó arrojándose al río y se ahogó.
Cuando el joven padre se enteró, volvió a su hogar y esa noche fue él quien se ocupó de ir a buscar la lampara y encenderla. De pronto, el niño, señalando la sombra de su padre proyectada en la pared, gritó: "¡Señor, señor, éste es mi papá, ha vuelto!. Como ya sabe mi papá viene cada noche a verme. Mamá habla con él y a veces llora; y cada vez que ella se sienta, mi papá también se sienta". En realidad, aquella mujer se había llegado a sentir tan sola, que cada noche hablaba con su propia sombra diciéndole: "¡Querido, qué lejos estás! ¿Cómo voy a criar a mi hijo yo sola?... Vuelve pronto a casa". Y entonces si echaba a llorar y, cada vez que se sentaba, su propia sombra, como es natural, hacia lo mismo. El esposo vio que se había equivocado pensando mal de su mujer, pero ya era demasiado tarde, ella ya estaba muerta.
Creadas originalmente por haideé iglesias
Una falsa idea puede a veces destruir una familia entera. El Buda nos dijo en diversas ocasiones que en la vida cotidiana estamos expuestos a tener falsas ideas. Por ello hemos de fijarnos mucho en nuestras ideas. Hay muchas personas que se aferran a sus ideas erróneas durante diez o veinte años y durante todo ese tiempo siguen sufriendo y haciendo sufrir a los demás.
¿Por qué el joven padre no habló con su esposa de la idea que se había hecho de ella? Porque el orgullo se interpuso entre ambos. Si le hubiera preguntado a su esposa: "¿Quién es esa persona que viene a verte cada noche? Nuestro hijo me ha hablado de ella. Cariño, estoy sufriendo mucho, has de ayudarme. Explícame quién es esa persona". Si lo hubiera hecho, su mujer habría tenido la oportunidad de explicárselo y el drama se habría podido evitar. Sin embargo, tanto él como su joven esposa tuvieron la culpa, ya que ella también podría haberle preguntado por qué había cambiado tanto de actitud: "Querido, ¿por qué ya no me miras ni me diriges la palabra? ¿Qué es lo que te he hecho para que me trates así? ¡Estoy sufriendo mucho, querido, ayúdame!".
Pero no lo hizo, y no quiero que tú también cometas el mismo error en tu vida cotidiana. Todos estamos expuestos a tener falsas ideas, por eso hemos de observarlas con mucha atención. Cada vez que pienses que otra persona te está haciendo sufrir, has de recordar esta historia. Siempre has de averiguar qué está ocurriendo pidiéndole a la persona que amas que te aclare la situación: "Cariño, estoy sufriendo mucho, ayúdame, por favor".
Thich Nhat Hanh
En este mes se cumplen 23 años de ese hecho en el que tanto he sufrido, aprendido y descubierto. En estos dos últimos años una persona con rasgos muy similares apareció en esta vida que vivo. Hoy leyendo esta historia lloré. Lloré porque sé del tremendo sufrimiento en el que vive. Sufrimiento que he tratado de aliviar. Mas... el orgullo sigue ahí. Orgullo y culpa. Las mismas emociones que destrozaron la vida de mi familia y particularmente la de mi madre. Ella se encerró en su orgullo porque la culpa no le daba tregua. Cuanto sufrimiento causa la incomunicación... cuánto...
Todo esto está sucediendo para que yo descubra acontecimientos de mi pasado que me están ayudando a comprender más a mi padre. Hombre con rasgos similares a estas dos personas. El nefasto narcisismo que tanto nos ofusca el entendimiento. Con mi padre sigo perseverando. Con esta persona no está siendo posible. Me gustaría poder comunicarme con él. Pero cuando digo comunicarme, algo que ya he repetido muchas veces, hablo de poner todo el empeño en que la conversación fluya. No en crear obstáculos –mentiras, falsedad, fingimientos, agresividad, orgullo, no escuchar– que la impiden. Ya he sufrido y no quiero sufrir más, y menos aún por lo mismo. Y tampoco quiero que otros sufran. No estoy aquí para eso sino para ayudar a otros a encontrar el modo de dejar de sufrir.
Qué no anide el orgullo en mi. Yo también estoy sufriendo mucho, así pues: "Cariño, ayúdame, por favor".
Amar Siempre Gana
Impresionante la historia, tanto la de Thich Nhat Hanh como la tuya, aunque esta última la hayas dejado más entre las sombras. La perseverancia, el buen corazón, siempre ganan, aunque a veces parezca que no.
ResponderEliminarUn abrazo.
Acabo de pasear por tu blog, esta bien, gracias.
ResponderEliminarFelicidades!
Saludos
Cuan necios podemos llegar a ser los seres humanos...
ResponderEliminarGracias por leer, Juan Carlos :)
Un abrazo para los dos... lleno de sensibilidad, esa que tanto desconocemos muchos de nosotros -.-
Así es ,Haideé,los que no tuvimos padre-ausente física o emocionalmente-pasamos la vida buscando a papá.Con la edad uno va comprendiendo muchas cosas, y eso ayuda, pero es una herida que no se cura del todo.
ResponderEliminarEn mi caso, hace tiempo discutí con alguien,y no,no tuve orgullo...y gracias a ello ahora somos amigos...Le escribí una y otra vez lo que sentía,y con la esperanza de que me estaba comprendiendo; así era, porque después de dos meses retomamos la amistad,y no sé si la historia irá a más,el caso es que el amor me hace fuerte, el miedo y el orgullo,no.
Un afectuoso saludo
¡Hola! aurora: ahora todo sucede para que yo pueda cerrar esa herida :) al menos con mi padre que está vivo está siendo más fácil. No así con mi madre... pero también está sucediendo. Así lo percibo.
ResponderEliminarMuchos frentes... duele si... :)))
Cierto, el amor nos hace fuertes, y delicados, y sensibles y libres... lo más importante :)))
Un cariñoso abrazo -.-