En una ocasión leí un estudio que se realizó para conocer que interés dedicamos las personas a aquello que leemos. Se decía que el mayor porcentaje de las personas no pasaba de la primera línea. Un porcentaje menor se extendía más allá de lo que podría ser el primer resumen que aparece bajo el titular en la noticia en un periódico.
En el tiempo que llevo escribiendo en en este blog, sobre todo, observo lo muy condicionados que estamos. Resulta todo tan repetitivo y desmoralizador que muchas veces no sabemos como actuar ante situaciones que requieran de otro comportamiento y entendimiento. Nos entran bien las imágenes y un poco de texto, siempre que no se extienda y se amolde al ritmo rápido y superficial que nos impone la sociedad materialista. Así que si eres capaz de llegar hasta el final de este largo texto, eres de los pocos privilegiados que realmente se compromete seriamente con la vida, con los demás y consigo mismo; lograrás entonces la transformación de tu percepción distorsionada ante la gran manipulación a la que estamos sometidos, mediante las necesidades creadas a base del miedo y la desinformación.
Para descubrir todo esto no hace falta dejar de trabajar, ni hacer nada que nos paralice, tan sólo vivir, como fluye la corriente de un río. Siéntelo en cada atardecer...
Creadas originalmente por Haideé Iglesias
"¿Quién -pregunta San Agustín- enseñará al corazón del hombre que puede detenerse para ver cómo la eternidad, por siempre inmóvil, ni pasada ni por venir, expresa los tiempos pasados y por venir?" ¿Quién, en verdad? Pues entender lo que es eterno -si es que en realidad tal cosa existe siquiera -parece empeño a tal punto grave, importante y poco menos que imposible, que tentados nos sentimos a retroceder ante él. En general el hombre moderno parece tan desposeído de la más leve intuición mística que, enfrentado con la idea de eternidad, se desentiende de ella con un encogimientos de hombros, o la explica con vehemencia positivista, o pregunta qué tiene eso que ver con la "realidad práctica".
Y sin embargo, afirma el místico, la eternidad no es una opinión filosófica, ni un dogma religioso, ni un ideal inalcanzable. Es más bien algo tan simple, tan obvio, tan presente y tan directo que no tenemos más que abrir los ojos de una manera radicalmente empírica y mirar. Como repetidas veces insistió el maestro zen Huang Po: "¡Está ahí, frente a ti!"
La razón de que el "contacto con lo eterno" nos parezca tan sobrecogedor se debe, en parte a que generalmente entendemos mal el verdadero sentido de la palabra misma "eternidad". Por lo común imaginamos que la eternidad es un tiempo muy largo, una sucesión interminable de años, cuya cifra se extiende al infinito. Pero el místico no entiendo en absoluto la eternidad de esa manera, pues la eternidad no es la conciencia de un tiempo perpetuo, sino una conciencia que se da por entero sin tiempo. El momento eterno es un momento intemporal, que no sabe de pasado ni de futuro, desconoce el antes y el después, el ayer y el mañana, el nacimiento y la muerte. Vivir con la conciencia de unidad es vivir en el momento intemporal, pues nada oscurece la divina luz más densamente que la corrupción del tiempo. [...]
[...] Wittgenstein, "la vida eterna pertenece a aquéllos que viven en el presente". [...]
[...] La eternidad no se encuentra, ni se puede encontrar mañana, ni en cinco minutos, ni en dos segundos. Es siempre ya, Ahora. El presente es la única realidad. No hay otra.
Sin embargo, parece -y por razones que pronto se verán detrás de la palabra "parece"- que entre nosotros hay muy pocos que vivan únicamente en el ahora. Nos demoramos en ayeres y estamos siempre soñando con mañanas, y así nos atamos a los fantasmas de cosas que no están realmente presentes. Disipamos nuestras energías en la niebla fantástica de recuerdos y expectativas, y así despojamos al presente vivo de su realidad fundamental y lo reducimos a un "presente espacioso", un magro presente que apenas si aguanta uno o dos segundos, una pálida sombra del Presente eterno. Incapaces de vivir en el presente intemporal y de bañarnos en los deleites de la eternidad, buscamos -como anémicos sustitutos- las meras promesas del tiempo, en la renovada esperanza de que el fruto nos aporte aquello de lo que tan lamentablemente carece el flaco presente.
Y esta vida en el tiempo, si escuchamos al místico, es una vida en la desdicha. Pues el místico asevera que todos nuestros problemas son problemas del tiempo y que se dan en el tiempo. Es probable que jamás lo hayamos mirado de esta manera, pero basta pensarlo un momento para ver que es del todo evidente. Todos nuestros problemas se refieren al tiempo: nos preocupamos siempre por el pasado o por el futuro. Lamentamos muchas de nuestras acciones pasadas, y nos aterran sus consecuencias futuras. Nuestros sentimientos de culpa están inseparablemente ligados con el pasado, y llevan consigo tormentos de depresión, amargura y arrepentimiento. Si no lo ve claro, imagínese lo que sería vivir sin ninguna de las cicatrices de su pasado. De la misma manera, toda la angustia va ligada a ideas de futuro, y trae consigo el terror y expectativas de catástrofe. ¡El pasado y el futuro son, ciertamente, los eslabones que forman los grilletes de nuestra desdicha! La Bhagavad Gita nos advierte:
He venido como el Tiempo, el que aniquila a los pueblos.
Madurándolos para la hora que constituye su ruina.
Ahora bien, en el estricto presente no hay problemas fundamentales, porque no hay tiempo. No existe nada a lo que pueda llamar un problema presente, y si parece haberlo, un examen más atento revelará inevitablemente que en realidad está ligado con alguna causa pasada o con alguna angustia futura, pues toda culpa es un estar perdido en el pasado, igual que toda angustia es estar perdido en el futuro. En este sentido sostiene el místico que todos nuestros problemas se generan por obra de nuestra vívida sensación de estar esclavizados por el tiempo. Como se lamentaba Stephen en el Ulises: "La historia es una pesadilla de la cual estoy tratando de despertar". Y, como tan bellamente señaló Emerson, este despertar sólo se produce cuando nos hacemos presentes al presente:
Estas rosas que hay bajo mi ventana no hacen referencia alguna a rosas anteriores ni más bellas; son lo que son; no existen hoy con Dios. Para ello no hay tiempo. No hay más que la rosa, perfecta en cada momento de su existencia (...). Pero el hombre pospone o recuerda; no vive en el presente, sino que, vuelta atrás la mirada, lamenta lo pasado o, sin prestar atención a las riquezas que le rodean, se pone de puntillas para atisbar el futuro. No puede ser feliz ni fuerte mientras no viva él también con la naturaleza en el presente, por encima del tiempo.
[...]
Sin embargo, la llegar a este punto debemos tener sumo cuidado con lo que entendemos. Pues "vivir en el presente intemporal", esta desnuda atención al momento presente, no tiene nada que ver con la habitual treta psicológica de olvidarse lisa y llanamente del ayer y del mañana. El místico no dice que hayamos de vivir en el presente olvidando o procurando ignorar el pasado y el futuro. Lo que dice -y en un primer momento, esto sonará peor- es que no hay pasado ni futuro, pues el pasado y el futuro son simplemente los productos ilusorios de una demarcación simbólica que parece escindir la eternidad en ayer y mañana, en antes y después, en pasado y provenir. Así, el tiempo -en cuanto demarcación impuesta a la eternidad-no es un problema del que hay que liberarse, sino una ilusión que ni siquiera existe.
[...] Muchas personas, tras haber captado teóricamente que la eternidad no es el tiempo perpetuo, sin el presente intemporal procuran entrar en contacto con este presente intemporal concentrando su atención en el ahora, en lo que experimentan en este momento. Practican la "mera atención" al presente inmediato en un intento de establecer contacto con el ahora intemporal.
Sin embargo, por más razonable que parezca hacer esto, está fuera de lugar, porque el intento de establecer contacto con este ahora exige aún otro ahora, en el cual puede producirse el contacto. Dicho de otra manera, el intento de prestar atención al presente exige un futuro en el cual la atención se preste. Pero no hablamos de un futuro en el cual se perciba este ahora, sino que nos referiremos precisamente al ahora. En pocas palabras, que no puede uno valerse del tiempo para salir del tiempo, pues si lo hacemos, sólo conseguiremos reforzar aquello mismo que intentamos desarraigar.
Que esto resulte exasperante se debe a nuestra constante suposición de que todavía no estamos viviendo en el eterno ahora, y que por ello debemos dar los pasos necesarios para asegurarnos de que en el futuro viviremos en el eterno ahora. En otras palabras, suponemos que el tiempo es real, y entonces intentamos destruirlo. Peor aún, intentamos destruir el tiempo, lo cual nunca saldrá bien. De manera que, como siempre, el místico no nos pide que intentemos destruir ilusiones, sino sólo que las busquemos cuidadosamente, pues si el tiempo carece de existencia real, no es necesario que nos preocupemos por tratar de destruirlo. Así, antes de intentar liberarnos del tiempo, empecemos por ver si podemos encontrarlo. Pero si buscamos el tiempo y no podemos encontrarlo, ya habremos tenido un atisbo de lo intemporal.
Ken Wilber. Libro "La conciencia sin fronteras"
¡Enhorabuena, si has sido capaz de llegar hasta aquí!
Un conductista llamaría a esto refuerzo positivo. No se lo discutiré, mas pienso que los refuerzos positivos también pueden nacer de la hipocresía. Yo me intereso más por la capacidad que has tenido para poder interesarte más allá de lo que siempre nos dan masticado, para que conozcas que hay otro modo de vivir sin estar programado pensando que nada se puede hacer para cambiar el estado de cosas que suceden en este planeta. Así que, desde el corazón, gracias por tu interés.
-.-
yo hace tiempo que no te escribo,por pereza mas que otra cosa, pero si me leo cada entrada que haces que para algo te tengo en los RSS, :).
ResponderEliminarPero sobre todo veo tu vagaje fotografico el como captas cada tema cada instante cada "plif". Sigue y sigueme sorprediendome.
BeunaLUZ
Me dio mucho gusto visitar tu blog. Con respecto a esta entrada, me fascina el tema del tiempo, así que tomo nota del libro de Wilber.
ResponderEliminarPasaré más seguido por aquí.
Un saludo