lunes, 1 de julio de 2013

A través del muro invisible

haideé iglesias

¿Cómo utilizar este análisis que va en contra de las concepciones y los presupuestos occidentales? Hasta ahora he funcionado mejor o peor con la idea, incluso vaga, de un yo central. ¿En que medida tomar conciencia del carácter ilusorio del ego puede cambiar más relaciones con mis allegados y con el mundo que me rodea? ¿No existe el peligro de que este giro me haga perder la estabilidad? A esto podemos responder que el resultado siempre es beneficioso. Cuando predomina el ego, la mente es como un pájaro que choca constantemente contra un muro de cristal, el de la creencia en el ego, y de esto modo empequeñece nuestro universo y lo encierra entre sus estrechos límites. Desconcertado y aturdido, el pájaro no sabe cómo atravesar el muro. Pero el muro es invisible porque no existe de verdad; es una construcción de la mente. Sin embargo, sigue siendo muro mientras fragmenta nuestro mundo interior y contiene la marea de nuestro altruismo y de nuestra alegría de vivir. Sin no hubiéramos fabricado el cristal del ego, ese muro no habría podido ser levantado y no tendría ninguna razón de ser. La tendencia a aferrarse al ego está fundamentalmente vinculada a los sufrimientos que sentimos y a los que infringimos a los demás. Abandonar ese apego a nuestra imagen íntima, dejar de conceder tanto importancia al ego equivale a ganar una inmensa libertad interior. Eso permite abordar a todos los seres y todas las situaciones con naturalidad, benevolencia, fortaleza y serenidad. No esperando ganar y no temiendo perder somos libres de dar y de recibir. Ya no hay ningún motivo que incite a pensar, hablar y actuar de manera afectada, egoísta e inapropiada. 
Aferrándonos al universo confinado del ego, tendemos a preocuparnos únicamente por nosotros mismos. La menor contrariedad nos perturba y nos desanima. Estamos obsesionados por nuestros éxitos, nuestros fracasos, nuestras esperanzas y nuestras inquietudes, y así hay muchas posibilidades de que la felicidad se nos escape. El mundo estrecho del yo es como un vaso de agua en el que se echa un puñado de sal; el agua se vuelve imbebible. En cambio, si rompemos las barreras del yo y la mente se convierte en un vasto lago, el sabor del agua no cambiará por echarle un puñado de sal. 
Cuando dejamos de considerar al yo lo más importante del mundo, es más fácil que nos sintamos afectados por los demás. La visión de sus sufrimientos no hace sino redoblar nuestro valor y nuestra determinación de actuar en su beneficio. 
Si el ego constituyera realmente nuestras esencia profunda, comprenderíamos nuestra inquietud ante la idea de desembarazarnos de él. Pero, si es una mera ilusión, liberarse de él no significa extirpar el corazón de nuestro ser, sino sólo abrir los ojos. 
Así pues, vale la pena dedicar cientos momentos de la existencia a dejar que nuestra mente repose en la calma interior, a fin de permitirle comprender mejor, mediante el análisis y la experiencia, el lugar que ocupa el ego en nuestra vida. Mientras el sentimiento de la importancia de uno mismo lleve las riendas de nuestro ser, no experimentaremos una paz duradera. La propia causa del dolor reposa intacta en lo más profundo de nosotros y nos priva de la libertad más esencial. 

Matthieu Ricard

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Sin mentir, encontrarás la luz del amor con más facilidad.
Siente la vida, siéntete a ti mismo, y di lo que sientes, sintiendo lo que dices
La paz es el camino y la humildad sus pies -.-

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